EL CABALLITO DE COLORES.
EN BUSCA DEL SOL.
EN BUSCA DEL SOL.
Os dejo el cuento completo . Le he cambiado el nombre en el título porque el anterior ya existía y lo he registrado. A mis niños les ha encantado, espero que a vosotros también. Un saludo. Que paséis buena semana.💋
Erase una vez un pequeño niño que
jugaba alegremente con su pelota en el parque.
Le encantaba darle con el pie todo lo fuerte que podía y se quedaba
mirando hasta dónde era capaz de llegar. Imaginaba, cómo aquella pelota subía y subía hasta
tocar las estrellas. Era su balón espacial, había ido y vuelto a la luna
muchísimas veces.
Pero cuando nuevamente iba a
chutar bien fuerte, la pelota salió disparada en dirección contraria y se
perdió entre los arbustos. Rápido y decidido corrió en su busca. Tenía un poco
de miedo porque en ese lado del parque no había estado nunca sin su mamá y
pensó, que si le veía ahí metido quizás se llevase una regañina.
Fue entonces cuando la vio.
Estiró todo lo que pudo sus manitas, pero no la alcanzaba. Por ese lado no iba
a poder cogerla y se puso a pensar cómo llegar hasta ella. Unos segundos más
tarde, se acordó de que había visto otro camino y se dirigió hacia el.
Cuando el sendero se terminó,
allí estaba su pelota, en medio de la campa. Fue entonces cuando al recogerla,
sus ojos se quedaron clavados en algo espectacular….
No sabía exactamente que era
aquello que tenía delante, le parecía fantástico. A través de las nubes se
abría paso un enorme tobogán con muchos colores, de esos que solo había visto
pintados en los cuentos que tenía en casa. La luz llegaba hasta su pelota, que
también brillaba, pues ahora tenía un color rojo muy vivo.
Dentro del tobogán, había una escalera y de un
saltito se montó en ella. Tenía un poco de miedo, pero, quería saber a donde llegaría. Agarrado fuerte a su pelota, la escalera comenzó a moverse sola hacia arriba y, subió y subió, tan alto, que,
pudo ver el parque y a sus amigos que seguían jugando. También vio a su mamá,
que hablaba tranquilamente con las otras mamás del parque. Parecía tranquila y
el niño, suspiró aliviado.
Siguió subiendo y subiendo hasta
llegar al otro lado de las nubes. Entonces, la escalera se detuvo y el pequeño
se bajó. Miró a su alrededor, parecía maravillado. Estaba rodeado de miles de
colores muy vivos, aunque no había sol en el cielo. Se reía al comprobar que en ese
lugar, las nubes eran rosas, la hierba
parecía más bien azul y los árboles eran ¡naranjas! Pero... ¿Dónde estaba?
Un ruido lo asustó. Tras uno de
esos árboles, apareció la criatura más bonita que había visto en su vida.
Pasito a pasito se fue acercando a él, con mucha timidez, un caballito blanco. Pensó que su piel le recordaba a
la Navidad, como un precioso copo cayendo, tan blanco. Su pelo largo, parecía
tan suave y se movía gracioso con el vaivén de la brisa. No tenía palabras para
describirlo, aquel caballo le fascinaba. Pero algo sí que notó en su mirada, parecía muy
triste.
Enseguida se hicieron amigos y el
caballito le contó al pequeño niño, lo que sus ojos ya reflejaban, no podía engañarle.
“Hace un tiempo yo brillaba tanto
como esta tierra que ves. Mi pelo era del color del arco iris, con siete magníficos
colores. Mis ojos tenían un reflejo verde turquesa, y mi piel, no era tan
pálida sino que casi era plateada… y ya me ves ahora…
La culpa de todo la tuvo el Sol,
que envidioso de mí, un día se marchó de este lugar para cubrirlo de oscuridad.
Ahora sin él, mis colores están apagados, mis ojos no tienen luz, este lugar ya
no es mi hogar, me encuentro muy triste”
El niño, se quedó pensando. No
acababa de comprender cómo aquel caballito pensaba que su hogar era oscuro, pues,
los destellos le cegaban. Señaló los árboles, los pájaros, el arroyo, pero nada,
el caballito lo veía todo oscuro, sin luz. No sabía cómo podía ayudar a su
nuevo amigo, pero quería hacerlo. Entonces tuvo una idea. Iría a hablar con el sol para pedirle que
volviera.
-No te servirá de nada-, dijo muy
apenado el caballito. Nadie sabe hacia dónde se fue y es tan cabezota que no
querrá hablar.
Aún así, el pequeño no se dejó
convencer. Tenía la esperanza de poder ayudar a su nuevo amigo. Creía mucho en
lo que estaba haciendo. Sabía que el caballito volvería a sentirse como en
casa. Su hogar estaba allí y era precioso. Entonces se puso a andar y a andar
preguntando a los animalitos que vivían en aquella campa. Ninguno sabía dónde
estaba el Sol. Pero no se rindió. Decidió que iría aún más lejos.
Como sus piernas eran muy cortas,
pensó que si montaba en el caballito, llegarían
más deprisa. Momentos después se
alejaban a trote por la campa. ¡Qué sensación más maravillosa! –
pensó. Nunca antes se había montado en ningún animal y parecía como si volasen
por encima de aquella hierba tan azul y bajo el cielo de nubes rosas se sintió
feliz. Entonces, llegaron hasta la cima de un acantilado, pero el camino se
acababa… El caballito miró al niño con pena pues,
parecía que todo estaba perdido.
-Yo no me rindo-, dijo el pequeño con seguridad.
Empezó a llamar al Sol, en un tono cada vez más alto, hasta que terminó chillando su nombre todo lo fuerte que pudo SOLLLLLLL!!! ¿¡¡DONDE ESTAS?!!!!... gritaba sin parar. Pero no hubo respuesta. Los minutos pasaban y no ocurría nada. El caballito, desesperado comenzó a llorar. Sus lágrimas eran blancas, al igual que su pelo.
“La culpa es mía- dijo. Nunca debí molestar al Sol. Realmente no se marchó, yo le obligué a irse. Era yo el que le tenía envidia, por como brillaba, por como lucía. Empecé a decirle que su luz apenas se veía y que estaríamos mejor sin él… y acabó creyéndolo. Todos los animalitos de la campa lo adoraban, todos, menos yo. Ellos siguen con su vida, continúan brillando, como si el Sol no hubiese existido nunca. Ahora sé que cometí un grave error. La envidia me pudo más que la admiración. Echo de menos mis colores, pero, lo que más necesito es su presencia. Era mi gran amigo.”
-Yo no me rindo-, dijo el pequeño con seguridad.
Empezó a llamar al Sol, en un tono cada vez más alto, hasta que terminó chillando su nombre todo lo fuerte que pudo SOLLLLLLL!!! ¿¡¡DONDE ESTAS?!!!!... gritaba sin parar. Pero no hubo respuesta. Los minutos pasaban y no ocurría nada. El caballito, desesperado comenzó a llorar. Sus lágrimas eran blancas, al igual que su pelo.
“La culpa es mía- dijo. Nunca debí molestar al Sol. Realmente no se marchó, yo le obligué a irse. Era yo el que le tenía envidia, por como brillaba, por como lucía. Empecé a decirle que su luz apenas se veía y que estaríamos mejor sin él… y acabó creyéndolo. Todos los animalitos de la campa lo adoraban, todos, menos yo. Ellos siguen con su vida, continúan brillando, como si el Sol no hubiese existido nunca. Ahora sé que cometí un grave error. La envidia me pudo más que la admiración. Echo de menos mis colores, pero, lo que más necesito es su presencia. Era mi gran amigo.”
En ese momento, la pelota del
pequeño, que seguía iluminada desde que llegó a aquel lugar, se elevó por encima de sus cabezas hasta llegar al cielo.
-¿Me estabais buscando?- preguntó.
El caballito, que seguía
llorando, miró con curiosidad a la pelota del niño. ¿Sol?- preguntó entre
sollozos, ¿eres tú?
Para su sorpresa, sí que era el
Sol. Había aprovechado la pelota para meterse dentro y así poder volver a ver
su hogar, aunque fuera unos instantes.
Cuando me fui- explicó, vagué por
los cielos de muchos lugares, he visto incluso varios mundos. Hubo uno que me
fascinó, que es de donde proviene este pequeño niño, le llaman Tierra. Allí,
las personas me adoran, son felices cuando me ven salir por la mañana y me
despiden con pena al anochecer, por eso me quedé un tiempo. Pero, la verdad es
que echaba mucho de menos mi hogar, todos mis amigos y sobre todo a ti,
caballito.
Nunca entendí porque no querías
estar conmigo y me fui a buscar otros amigos, pero, nunca encontré a nadie como
tú. He oído bien tus palabras, sé que son sinceras y te perdono.
Ahora era el pequeño el que
lloraba de alegría. Miró al caballito con orgullo ¡lo habían conseguido! Entonces ocurrió lo inesperado.
Cuando el caballito obtuvo su perdón, los colores volvieron otra vez a su pelo. Sus
ojos, tenían vida de nuevo, parecían dos rubíes. Una amplia sonrisa iluminaba
su rostro. Su piel, se volvió de un color plata brillante, hermoso, magnífico.
Era feliz de nuevo.
Montado a lomos esta vez del
caballito de colores, bien
protegidos bajo el brillante sol amarillo, en un cielo de nubes rosas y fresca
hierba azul, llegaron por fin juntos a
su hogar. El resto de los animales se sentían dichosos por tener de vuelta a
su querido Sol.
-Es hora de irme-, dijo el niño.
- Lo sé -, respondió el
caballito. Pero antes, te concederé un deseo. Ahora que vuelvo a ser yo mismo,
mi magia también ha vuelto y me siento muy agradecido por tu ayuda.
Entonces el pequeño, se miró en el reflejo del agua que había en un estanque
cercano. Vio un niño que parecía muy
valiente. Su ropa estaba limpia, había comido muy bien en casa y no sentía
hambre, sus zapatos eran nuevos, su pelota estaba en su mano. En casa le
esperaba mamá, papá y todos sus amigos….
-No quiero nada. Creo que lo tengo todo.
-No quiero nada. Creo que lo tengo todo.
El caballito sorprendido ante la
respuesta del pequeño, insistió nuevamente.
- Estar aquí ha sido un regalo. Conocerte, poder ayudarte. Hablar con el sol, estar en el mundo de los cuentos. ¡No me va a creer nadie!- se reía a carcajadas el pequeño.
Entonces el caballito, acompañó
al niño hasta el tobogán que le llevaría de nuevo al parque desde el que marchó. Estaba un
poco preocupado, pues, había estado mucho tiempo fuera y pensó que su mamá
igual le estaba buscando.- Estar aquí ha sido un regalo. Conocerte, poder ayudarte. Hablar con el sol, estar en el mundo de los cuentos. ¡No me va a creer nadie!- se reía a carcajadas el pequeño.
-No te preocupes por eso. Aquí el tiempo pasa muy
deprisa, en tu tierra habrán pasado unos pocos minutos- le indicó su amigo de colores.
El pequeño abrazó a su querido
caballito y, pasando la mano por su pelo, le dio un beso en la frente.
- Cuídate caballito. Eres magnífico tal y como eres. No dejes que nadie apague nunca más tus colores, ni siquiera tú mismo.
Y se fue.
- Cuídate caballito. Eres magnífico tal y como eres. No dejes que nadie apague nunca más tus colores, ni siquiera tú mismo.
Y se fue.
Cuando llegó al parque, vio a
su mamá y la dio un gran abrazo. El mundo puede que no brillase tanto como en
los cuentos, pero para el niño, así era
perfecto, exactamente como estaba.
FIN.
Hecho con mucho cariño, para gente maravillosa.
La fantasía es el vehículo que motiva al mundo.
Patry C.
Precioso Patri,sigue escribiendo y yo te seguiré leyendo.Un beso
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